La segunda gran estafa
7 de febrero - 2018

Por Adriana Dávila Fernández

El año pasado el portal electrónico de noticias Animal Político, publicó un reportaje sobre la manera en que distintas dependencias del Gobierno Federal, triangulaban recursos destinados a programas sociales a través de 128 empresas y un número considerable de universidades en todo el país, dicha investigación sugería que el recurso fue usado para las campañas políticas del PRI. Por supuesto, nadie dudamos de ello, no solo por el excelente trabajo periodístico de investigación de Daniel Moreno y su equipo de colaboradores, sino porque todos sabemos la forma de operar del PRI cuando es gobierno. El reportaje fue llamado “La Estafa Maestra”.

La manera en la que el PRI se conduce cuando arriba el poder no es nada nuevo, siempre lo han hecho, basta recordar frases como “un político pobre es un pobre político”, el que no transa no avanza”. Sin embargo, esta no es la única forma en la que el partido en el gobierno ha estafado a los mexicanos, no solo se da en términos económicos o monetarios, lastimosamente  se da también en las esferas político electorales, lo que le permite continuar con su modus operandi para hacerse de lo que más le gusta: El dinero de los mexicanos.

Hoy este viejo PRI que a partir del 2010 aparentemente presentó nuevos rostros y personajes que gobernaron varios estados de la república e incluso la máxima magistratura del país; pretende realizar lo que yo llamaría “La Segunda Gran Estafa. ¿De qué estamos hablando? Nada más y nada menos que de su refundación en MORENA.

Ni sus nuevos rostros eran tan nuevos, ni el nuevo PRI resultó ser lo que esperaban, fueron burdos, descarados y soberbios pero además evidentes en saquear las arcas públicas, tan es así que hoy los Duarte de Chihuahua y Veracruz, Sandoval de Nayarit, Borge de Quintana Roo, por mencionar algunos enfrentan procesos penales por sus vínculos con la delincuencia organizada y por sus actos de corrupción. La estrategia del nuevo PRI fue fallida.

Nadie puede negar su origen y ahora escogieron como nueva fórmula al que durante mucho tiempo lo mostraron como enemigo; aplicaron la de “si no puedes con el enemigo, únete a él”, porque al final son lo mismo. Las características de Andrés Manuel López Obrador: su ansia de poder, sus afinidades, su autoritarismo pero especialmente su ambición, son los ingredientes perfectos que los priistas necesitan para mantenerse en el poder. Nada de esto sería posible sin el aval y la complacencia del tabasqueño, que evidentemente aplica el dicho del “ya me toca”, aún a costa de la esperanza de muchos mexicanos que le han creído, pues su único objetivo es ser presidente de la república.

En cada entidad federativa, López Obrador hoy aparece con el viejo PRI. Todo lo que el llamó la mafia del poder automáticamente al brindarle su apoyo, se convirtió en la “magia del poder”, se “purificaron”, de pronto se hicieron buenos, se les borró la corrupción, se santificaron y ahora solo por cambiar de siglas dejaron de ser lo que el llamó “puercos, cochinos y marranos”.

Andrés Manuel nunca cambiará, justificará a los cientos de señores de las ligas, a los diputados Cadena, perdonará a los narcotraficantes, al innombrable ya lo llamará por su nombre; la tómbola de las candidaturas estará arreglada por quienes tiraron el sistema en 1998, las instituciones ya no se irán al diablo, ahora tendrán el cielo asegurado.

¿Qué es lo que cambió de López Obrador de 2006 a la fecha? Realmente nada, sus actos, sus conductas, su comportamiento y su temperamento siempre serán los mismos, y desgraciadamente, los actores también: el viejo PRI está de regreso o más bien nunca se fue. Está enfundado ahora en los colores de MORENA viviendo un tórrido amasiato que concluirá el 1 de julio cuando pierda la elección presidencial.

Los ciudadanos en este país antes de esa fecha descubrirán lo que muchos ya vimos y vivimos, que López Obrador y el PRI son exactamente lo mismo, solo se pelearon durante algún tiempo y hoy se están reconciliando porque todo siempre vuelve a su origen. José Antonio Meade resultó ser el pretexto perfecto de esa clase política que se niega a dejar el poder, por eso la caída libre en las preferencias electorales del candidato priista. El ex secretario de hacienda nunca se dio cuenta que López Obrador siempre fue el plan A del PRI y tenían que echarle la culpa a alguien que además niega ser priista.

La verdad que hoy se revela y que durante mucho tiempo ocultó López Obrador con la estrategia de señalar que el PRI y el PAN éramos lo mismo, es que nunca existió el PRIAN lo que siempre estuvo frente a nosotros y hoy es evidente es el PRIMOR.