Las Antípodas: Cada vez falta menos
8 de noviembre - 2017

Por Juan Manuel Cambrón Soria

“Quizá no estaba seguro de lo que me interesaba realmente, pero en todo caso, estaba completamente seguro de lo que no me interesaba. Y, justamente, lo que él me decía no me interesaba. Albert Camus

A finales del año 2013, el entonces flamante Secretario de Hacienda del gobierno peñanietista, Luis Videgaray Caso, fue premiado por la revista británica The Banker como el Ministro de Finanzas del año a nivel global. Este reconocimiento lo avaló en ese momento (suponiendo sin conceder) como el hombre más hábil, más apto, más capaz, más ducho pues, para el manejo de las finanzas y los dineros de un país.

El premio significaría que este funcionario contaba con un alto nivel de competencia profesional, que traducido a términos para economistas es que tendría la habilidad para estabilizar las finanzas públicas, equilibrar la balanza comercial, ejercer eficientemente el gasto gubernamental, promover políticas de equilibrio y desarrollo económico, medidas fiscales para incrementar la recaudación, etc. Es decir, Luis Videgaray estuvo (según el tamaño del premio) por encima de hombres como George Osborne, Ministro de Hacienda del Reino Unido; Wolfgang Schäuble, Ministro de Finanzas de Alemania; o su entonces homólogo francés Jérôme Cahuzac.

La realidad sin embargo fue otra, el reconocimiento a Videgaray resultó un premio a la vergüenza, un laurel a la ignominia y un triunfo a la incompetencia de un hombre y de todo un gobierno; Videgaray Caso y el gobierno priísta de Peña Nieto, han resultado insulsos vendedores de sueños y promotores falaces de esperanzas.   Los números no mienten y son contundentes; el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) para el 2013 se contrajo a 1.3%; el crecimiento económico del país esperado era de 2.9%, según el pronóstico de la Secretaría de Hacienda y el FMI a principios de 2013, y terminó siendo de tan sólo el 1.2%. Los recursos públicos presupuestados por el gobierno federal sufrieron subejercicio o se emplearon tardíamente, provocando el desplome de industrias como la construcción, que prácticamente cerró en números rojos según datos del INEGI.

Por si fuera poco, el país acumuló una demanda anual de empleos cercana al millón, en todo 2013 tan sólo se promovieron menos de 500 mil plazas, la mayoría de ellas con salarios paupérrimos; el poder adquisitivo de las clases trabajadoras alcanzó tan sólo para adquirir el 16% de la Canasta Obrera Indispensable (COI). Para cerrar, más de 50 millones de mexicanos viviendo en pobreza y 6 de cada 10 ubicados en la informalidad.

A punto de finalizar el 2017, a 4 años de aquel premio vergonzante, déjeme decirle amable lector que los números no han mejorado (y que conste que Videgaray ya no es titular de Hacienda, ahora sólo se encarga de las Relaciones Internacionales del país), la economía se desaceleró en 1.7%, el crecimiento estimado del PIB se detuvo; y la inflación acumulada en el año cerrará por encima del 6%. Es decir, el fracaso de la política económica de este gobierno y de este sexenio están a la vista.

Es por ello, que pienso que los más de 8000 kilómetros que separan a Inglaterra de México pudieron nublar la percepción de los especialistas, porque por más que le doy vueltas, no encuentro por donde un Ministro de Finanzas o un gobierno en su conjunto, pudo ser galardonado con tan desastrosos e ignominiosos resultados en la economía.

Este fue uno de esos premios que no hace sentir orgulloso a un país; es un premio que sólo alimenta el ego personal del Secretario en turno o del Presidente, pero que debe permanecer guardado en el fondo del cajón. En este país, seguimos sin nada que celebrar, excepto, que a este gobierno federal cada vez le falta menos.