Las Antípodas: Ehhhhhhhhh…Villamelon¡¡¡
23 de agosto - 2017

Por Juan Manuel Cambrón Soria

“Cuando las gradas enmudecen, confirman que el silencio siempre juega de local” Juan Villoro

La militancia en un partido político, es como la afición a un equipo de futbol, se da por convicciones, simpatías, afinidades y coincidencias; y se produce en esta relación del ciudadano con su partido, una especie de amor a la camiseta como la generada entre un aficionado y su equipo favorito.

Cuando alguien se integra a un partido político y declara abiertamente su militancia, lo hace a sabiendas de que dicha organización tiene normas y reglas, mismas que se reflejan en los estatutos y documentos básicos. La Constitución Política es garante del derecho de libre asociación de todas y todos los mexicanos y deja al libre pensamiento la posibilidad de que te puedas registrar en el partido que cada uno considere pertinente. Sin importar si te afilias al PAN, al PRI, al PRD o cualquier otra oferta política, donde además en el país existe una amplia gama de opciones, el simple hecho de poder hacerlo en total libertad, es sin duda un triunfo de la democracia, e incluso, quienes prefieren no hacerlo y mantenerse ajenos de la vida partidaria, también ejercen esa misma libertad.

En el futbol existe el término villamelón, que alude a aquel aficionado que un día le va a un equipo y otro día otro; es el aficionado que cuando su equipo gana, se pone la camiseta los domingos y usa la frase “ganamos”; pero, cuando su equipo pierde, guarda silencio, critica al equipo y jugadores y usa la frase “perdieron”; es más, es aquel aficionado que al no gustarle un nuevo entrenador o al haber una contratación que no le satisface, pues decide que ese torneo le irá a todos, menos a su equipo.

Pues algo similar pasa en política, también hay villamelones y existen ciertos actores (en todos los partidos se asoman) que cuando una decisión del partido en el que militan no les gusta o favorece, cuando sienten que al interior tienen nulas posibilidades de lograr sus objetivos, o simplemente por oportunismo político, deciden cambiar de bando y declarar su amor a otra fuerza política. Imagine usted que es como estar en el estadio Jalisco con la playera de las chivas y gritar arriba el Atlas.

Eso es simplemente un acto de incongruencia y falta de seriedad. Hace algunos días, la diputada local por el PRD Floria María Hernández y un miembro del Comité Estatal del propio partido, acudieron a las oficinas de Morena para expresar su respaldo a esa fuerza rumbo al 2018; y hubo casos también el año pasado de quienes le levantaron la mano al PRI o al PAN, en traición a los y las candidatas del PRD. Pero esto no es exclusivo del Sol Azteca, también le pasa al PAN al PRI, a MC, al PT a todos, militantes que tránsfugas se adhieren a otras fuerzas, se cambian de bancada para mantener privilegios u operan en contra de sus insignias de origen.

Amable lector usted tal vez coincida conmigo si le digo que cada uno es libre de pensar y apoyar a quien le venga en gana; sin embargo (siempre hay un pero) cuando alguien se debe a un partido, cuando percibe emolumentos por y desde el partido, cuando ocupa o ha ocupado espacios dirigentes o de elección popular desde su supuesta convicción partidaria, cuando ha encabezado candidaturas; entonces se espera mínimamente que debiera existir un compromiso político e institucional con la fuerza que le permitió ocupar posiciones; y sus desacuerdos, de existirlos, debiera expresarlos, debatirlos, exponerlos, en las instancias partidarias correspondientes y a través de los canales internos.

Todo lo demás, los berrinches, las amenazas, los amagos, los gritos, los insultos, las quejas; no son más que el pretexto estentóreo que busca ocultar su falta de institucionalidad, su nulo compromiso y convicción política, su exiguo criterio personal; y eso sí, desnuda con tintes exhibicionistas su afán protagónico, su ambición personal, su arribismo político, su vacuo oportunismo, su cortedad de miras, y el llano interés por tratar de conseguir algo que en su propio partido fueron incapaces de lograr.

Esos sujetos le apuestan al olvido, y tal vez esa sea su principal apuesta, porque cuando el de enfrente les cierra la puerta en las narices, cuando las derrotas los devuelven a la realidad o cuando no les cumplen sus acuerdos mercantiles, pretenden volver con total desvergüenza a exigir espacios y posiciones en la cuna que patearon o vituperaron, pretendiendo cobijarse en un manto de descaro que pretenden pasar como impoluto.

Opino que, si su deseo es apoyar una fuerza distinta, hablaría muy bien de ellos, de cada cuál, presentar su renuncia cabal a su partido, y luego sumarse a cualquier otro proyecto; porque cuando el sentimiento se agota, cuando las coincidencias se alejan, cuando las pertenencias se agrietan, cuando el cariño a la camiseta va y viene con cada lavada, no queda de otra que dar pasos de costado. Eso sería congruente, responsable, serio, políticamente correcto, legítimamente válido y hasta plausible, pero como no son nada de eso, seguramente los seguiremos viendo ofreciéndose al mejor postor en la antesala del siguiente juego.