Trabajen por su perfección
12 de junio - 2017

Por Ranulfo Rojas Bretón

Me llamó la atención que San Pablo al final de su segunda carta a los corintios proponga 4 cosas como signos de la presencia de Dios en la vida de uno, dice: “Estén alegres, trabajen por su perfección, anímense mutuamente y vivan en paz y armonía”. Él termina diciendo: “y el Dios del amor y de la paz estará con ustedes”. Pero, leído del final hacia adelante se puede decir que: si Dios está en nosotros, los signos de su presencia son esas cuatro condiciones. De ellas me llamó la atención el que diga: “trabajen por su perfección”, porque comúnmente se piensa que la religión tiene una característica de pasividad o de quietismo que llevó a Carlos Marx a expresar que: “la religión es el opio del pueblo”, explicando que la religión propone un axioma: “sufre en esta tierra y en el cielo tendrás tu recompensa”, cuando es claro que se trata de un mal entendido.

No han faltado quienes afirman que la promesa de los futuros bienes hacen que el hombre no se comprometa con la transformación de su entorno y se queden en una actitud pasiva y sólo acepten la voluntad de Dios como si Dios se gozara con la pobreza. No han faltado quienes afirmen que la religión ha colaborado con la gente del poder para mantener tranquila a la gente y no se rebele contra las situaciones de pobreza e injusticia.

La verdad es que la sagrada escritura es muy clara respecto al concepto de los bienes y riqueza. Todo el Antiguo Testamento habla de la bendición de Dios y en diferentes textos se afirma que la prueba de que el hombre es bendecido por Dios se demuestra en que le concede: larga vida, salud, descendencia y muchos bienes. Así podemos ver el caso de Job, del mismo Abraham, de Moisés, de David, de Salomón y de un largo etcétera en que se hace explícita la referencia de la bendición de Dios mostrada por el cúmulo de bienes. En cambio, siempre se critica la pereza, la ociosidad, la apatía. Hay un himno en los Proverbios a la mujer trabajadora, cuyo trabajo produce riquezas para su familia. Es llamada la mujer perfecta.

No hay pues una correlación entre religión y pobreza. Basta recordar la parábola de Jesús sobre los talentos, al final, se ordena que a quien tiene 10 monedas de alto valor le sea entregada la moneda del flojo que no quiso trabajar para hacerla producir. Al Señor le dirán: “Señor, ya tiene diez monedas” y él responderá: “al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que tiene poco, aún eso poco que cree tener se le quitará”.

Además Jesús en el evangelio insiste en la perfección: “Sean perfectos como el Padre celestial es perfecto” (Mt. 5, 48). Así que trabajar por la perfección de cada uno no es anti evangélico, es más bien, seguimiento de las enseñanzas de Jesús.

Cada uno debe trabajar por su perfección. Perfección humana: cada uno debe ser mejor persona y obviamente confiar en que sí se puede. La afirmación hecha en Ciudad de México de que “la corrupción no se puede eliminar” es una desconfianza en la capacidad de perfección que tenemos. Todos podemos ser mejores personas tanto en lo humano como en lo moral, en la calidad de nuestras relaciones con los demás. Obviamente se puede perfeccionar en lo profesional y en la vida social.

Trabajar por la perfección es confianza en que Dios está con nosotros y que él mismo es modelo y guía de nuestras aspiraciones, el Dios que es perfecto, que es orden, quiere que nosotros seamos perfectos. Sabemos que no se trata de algo fácil, pero sabemos que tampoco es imposible y que los cambios se pueden dar.