Las Antípodas: La tradición autoritaria del PRI
10 de mayo - 2017

“Sin política se pueden hacer muchas cosas, pero gobernar, en el poder o en la oposición, es imposible” Jesús Reyes Heroles

Por Juan Manuel Cambrón Soria

El PRI (antes PNR y PRM) surge en un momento de agitación histórica del país, se convierte en el instrumento de la clase gobernante para garantizar la cohesión política de la nación y en el mecanismo perfecto para procesar la lucha por las sucesiones presidenciales, que en la etapa posrevolucionaria habían sido sangrientas y convulsas.

Desde su invención Callista en 1928, se conformó como una gran maquinaria electoral que lo consolidó como el partido dominante. Elección tras elección avasalló sin menoscabo y con dotes de soberbia electoral cualquier atisbo de confrontación real interna o externa; su construcción vertical no se diseñó imaginando la competencia sino el control, no se pensó en la diferencia sino la homogeneidad, no se ideo para el debate plural sino para la aceptación y la obediencia.

Los liderazgos y dirigentes priistas se definían en el 99.9% de los casos desde el centro del país, candidatos a Gobernadores, Diputados, Senadores, Presidentes Municipales, tenían que ser “palomeados” por el Presidente de la República y por el Presidente del partido.

Las aspiraciones políticas podían lograrse a partir de la obediencia y apego a la verticalidad. El PRI forjó una tradición autoritaria, donde el disenso, la desobediencia, la diversidad o la búsqueda de pluralidad se castigaban con el ostracismo severo.

A lo largo de 70 años de gobernar México y algunas entidades acumulando más de 80 años, se convirtió en una olla de presión que alentó un desconcierto lento y cada vez menos pasivo, que fue enconando odios sociales e inconformidades políticas entre maestros, sindicalistas, políticos, estudiantes, intelectuales, etc. Como suele ocurrir, la inconformidad se vuelve en queja inexorable cuando el poder se ejerce con obcecación, con abuso, con exceso.

Al mismo tiempo, el PRI y sus prácticas se avejentaron, el país avanzó inexorablemente a la modernidad, hubo alternancias en los estados del país, en los municipios y en la máxima magistratura, y en pleno Siglo XXI el PRI sigue actuando fiel a su tradición, tal vez ahora más intenso y más marcado, con cuasi feudos dominados por los gobernadores.

El regreso del PRI a Los Pinos tras doce años, no cambió el ADN priísta, el PRI sigue siendo autoritario y vertical, inclinado marcadamente a la derecha y promotor de los intereses de los poderes fácticos que él mismo alentó y creo en 70 años.

Recientemente estuve en Coahuila, que vive su elección de Gobernador; dicha entidad ha sido gobernada por priistas más de ocho décadas y no han experimentado la alternancia. En Coahuila, parece que nada ocurre sin el control del poder del Estado, que es controlado como feudo por el clan de los Moreira. Desde el gobierno se han inventado y construido partidos locales (a 6 en total), al grado que el ex Gobernador Humberto Moreira, es candidato a Diputado Local por el PJ (Partido Joven). En cada rincón del país el PRI no ha cambiado en lo absoluto, sigue ejercicio el poder como siempre y carecen de incentivos para modificar sus prácticas.