Psicología de los enfermos
13 de diciembre - 2016

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Por Mayra López Lara*

Todas las personas tratamos de llevar una vida en equilibrio y buscamos una adecuada economía para el sustento personal y el de nuestros seres queridos. Nos esforzamos por conseguir un nivel académico acorde a las demandas actuales del sistema, tenemos una búsqueda constante de estatus, de reconocimiento y afecto, pero en lo que respecta a nuestra salud, difícilmente optamos por prevenir y mejorar hábitos como la alimentación, la salud mental y el ejercicio.

Por ello, cuando una persona es sorprendida con un diagnóstico poco favorable de su salud y vida, ocurre una desestructuración de sus esquemas mentales y de su perspectiva de vida.

El derecho a la salud está plasmado en nuestra Carta Magna en el artículo 4, sin embargo, en muchas ocasiones el sistema y las instituciones de salud no cuentan con las herramientas básicas de trato y atención a los y las enfermas, sobre todo porque no hay una comprensión verdadera del proceso psicológico en el que están inmersos los pacientes. Es así como vemos recurrentemente una falta de sensibilidad en el trato hacia los usuarios de los servicios de salud.

En este artículo se pretende dar un panorama respecto del proceso psicológico que pasa un paciente, hombre o mujer, cuando es diagnosticado con algún tipo de enfermedad, con la finalidad de incentivar a toda persona a comprender cómo es que las personas se sienten, se manejan y viven una enfermedad.

Un enfermo es toda aquella persona que presenta un cuadro clínico de signos y síntomas que aluden a un malestar físico y emocional, el cual ha sido ya diagnosticado por un especialista, dando como consecuencia un tratamiento en la búsqueda del restablecimiento de la salud.

En lo que respecta a la esfera psicológica, cada paciente entra en un proceso emocional que inicia con la negación, fase en la que evita pensar y hablar de su diagnóstico, esto como mecanismo de defensa que le permitirá proteger su estructura psicoemocional y personal.

Posteriormente, viene la etapa en que se vive rabia, que es una fase muy emocional porque hay un embotamiento que no permite estabilidad en ningún sentido y que además contribuye a la somatización y aparición de mayores malestares.

Seguida de esa etapa viene un poco de calma, pues el paciente aún no acepta la situación pero se sumerge en una negociación intra e interpersonal en la que recurre a la religión, las creencias, los familiares y amigos o, en ciertos casos, a sí mismo, manteniendo un diálogo interno e intentando contestar a cuestionamientos como: ¿qué va a suceder?, ¿cómo debe manejarse la enfermedad y cómo se puede sobrellevar?

Al adentrarse en este diálogo interno y en ese cúmulo de pensamientos, la persona entra en la siguiente etapa que es de depresión; en ella, el paciente se siente incapaz de seguir luchando, de seguir negando, de seguir pensando, se percibe y se siente abatido, derribado e incapaz.

Esta etapa es la más difícil, pero a la vez es la más importante, ya que del buen manejo de ésta depende que se pase a la última fase que es la de aceptación, en la que el paciente concientiza la circunstancia, el momento y el tiempo en que se encuentra; por lo tanto, elige tomar un tratamiento y, derivado de ello, el paciente asume una de las siguientes actitudes para enfrentar, vivenciar y asumir su enfermedad:

  1. a)   Pasividad
  2. b)   Impaciencia
  3. c)    Actividad y actitud positiva

Ahora bien, toda persona enferma tiene sentimientos de impotencia, minusvalía, baja autoestima, nulo reconocimiento de su persona y agresión reprimida; además, se considera a sí misma como una carga no solo para sus familiares sino para su entorno.

Por ello, es importante que cada persona que ofrece y otorga un servicio de salud sea capaz de comprender que un enfermo es, en principio, un ser humano que se encuentra en una situación un tanto natural; por lo tanto, la actitud, el cuidado y la atención que brinde debe ir encaminada a la protección de la dignidad humana.

Es imprescindible recordar que todas las personas enfermas tienen derecho a ser informadas sobre su diagnóstico y evolución de su enfermedad en tiempo y forma, tienen derecho a un trato digno y humano respecto a sus cuidados; tienen derecho a no ser discriminados; tienen derecho a cuidados y tratamientos acordes al tipo de enfermedad que padecen; a un expediente clínico en el que se resguarde información confidencial y especializada y donde se incorpore información detallada del tratamiento, evolución, seguimiento y todos los métodos que se han empleado para el restablecimiento de su salud. Además, los y las familiares tienen derecho a ser informados sobre el estado de salud de su paciente.

Los anteriores son solo algunos de los derechos con los que toda persona enferma cuenta. Pero no debemos olvidar que a todo derecho le atañe un deber y, en este caso, el deber es que toda persona tiene la obligación de proveerse de cuidados y buenos hábitos de alimentación, descanso y ejercicio. También es imprescindible mantener día a día una actitud positiva ante todas las experiencias de vida, incluyendo, como método de prevención, un chequeo completo.

* Psicóloga adscrita a la Dirección de Programas y Atención a la Sociedad Civil de la Comisión Estatal de Derechos Humanos