El principal reto de Mariano es no dejar obras inconclusas como ocurrió en el sexenio anterior. Al cierre de su gestión el priísta superó a sus antecesores en la arena política, se impuso a correligionarios y opositores. En el PAN nada nuevo, su elección de consejeros se caracterizó por la compra de conciencias

Por Edgardo Cabrera

Mariano González Zarur presenta este lunes el mensaje alusivo a su sexto y último informe de gobierno. Como ha ocurrido desde que asumió las riendas del estado, han confirmado su asistencia al acto personajes de gran peso político y partidista a nivel nacional.

Sin embargo, a diferencia de las 5 ocasiones anteriores, ahora el mensaje estará acompañado de la despedida.

Se tiene prevista la presentación de un balance de todo el sexenio dando especial énfasis en materia económica destacando los índices que deja en materia de generación de empleo, inversión empresarial y turismo.

En cuanto a obra pública y a escasos días de que entregue la estafeta, el principal reto es no dejar proyectos inconclusos como ocurrió en el sexenio que le antecedió y del cual quedan tristes recuerdos como el elefante blanco que se encuentra al costado del ITC.

En lo político

El priísta superó a sus antecesores en el terreno de la arena política.

Para empezar, logró que los poderes legislativo y judicial lo acompañaran en todas sus decisiones, fueron algo así como damos de compañía de su gobierno.

La oposición se desdibujo, nunca midieron el juego de ajedrez del apizaquense a quien creyeron derrotado tras las elecciones presidenciales y las intermedias estatales, sus verdaderos triunfos fueron 3 años después en lo federal y local.

Sánchez Anaya se quedó con las ganas de continuar su visión de gobierno con su esposa Maricarmen Ramírez; Héctor Ortiz incluso creó su propio partido político para heredar a sus hermanos el poder, pero no pudo.

En cambio González Zarur no solamente regresó al PRI al poder estatal, sino que lo perpetuó una administración más, además entrega el gobierno con un Congreso con una mayoría afín al tricolor, y su partido puede presumir que recuperó importantes alcaldías que estaban en manos de la oposición, entre ellas Huamantla, Tlaxco y la capital.

Por si fuera poco, preparó e impulsó a su hijo Mariano para sucederlo en la política; a diferencia de Anaya u Ortiz (quienes impusieron a sus parientes en posiciones pluris) mandó a González Aguirre a hacer campaña por la diputación local, la prueba fue tan dura que su principal adversario le pisó los talones.

A su hija Mariana le consintió su interés de continuar atendiendo el sector social mediante la administración pública federal. Como delegada de Sedesol, y ya sin su papá como gobernador, enfrentará la dura crítica de sus adversarios quienes la ven como seria rival a la Senaduría, empezando por sus propios correligionarios.

En fin con el acto de hoy el gobernador cierra el telón para darle paso a su sucesor y principal discípulo, Marco Mena, quien desde este martes acaparará los reflectores en espera de que nombre a su gabinete, presente el Plan Estatal de Desarrollo y se anuncien los movimientos que hará en el PRI estatal, no perdamos de vista que a partir de enero el tricolor tiene nuevo líder moral.

La misma gata…

En el PAN nada nuevo, su proceso interno para definir a solamente 80 consejeros estatales se caracterizó por lo mismo de siempre: la compra de conciencias de los 600 delegados numerarios que votaron.

Nos cuentan que de a 5 mil pesos empezó la subasta del domingo y terminó por ahí de los 15 mil, dependiendo el número de votos que ofrecían algunos azules que han hecho de este tipo de procesos su modus vivendi.

En la mercantilizada elección interna también fueron prometidos puestos de trabajo (aviadores para ser exactos) en los próximos ayuntamientos que gobernará el PAN ó en el Congreso, incluso –nos dicen- que para aquellos que se cotizan más caro les fueron prometidos contratos de obras o convertirse en proveedores.

Pero no sólo el “convencimiento” fue en términos económicos, también se implementaron algunas tretas como el bloqueo del registro de algunos delegados, eliminaron el derecho de algunos supernumerarios y hasta frenaron el ingreso de militantes contrarios a la actual dirigencia estatal.

Al final del día se impuso el bloque de Adriana Dávila y Adolfo Escobar, frenando al grupo de “unidad” donde están Aurora Aguilar, José Gilberto Temoltzin, Claudia Pérez, entre otros.

Quedó claro –una vez más- que en el azul no existe unidad ni disciplina partidista, algunos juegan al mejor postor y otros utilizan la bandera de la supuesta sangre azul en busca de obtener el principal coto de poder del PAN en Tlaxcala: la dirigencia.

No perdamos de vista que lo que en verdad está en juego es el reparto de candidaturas para el proceso federal e intermedio local del 2018, así como las jugosas prerrogativas; a estas alturas eso de la ideología humanista es un simple chiste.

De mal en peor

Lorena Cuéllar tocó fondo, ayer no pudo ganar ni la presidencia de comunidad de Santa Cruz Tlaxcala con uno de sus principales operadores de la guerra sucia, el conflicto, la provocación y la fanfarronería, un tal Steve a quien sin el menor pudor le fue a levantar la mano a pesar de que se trataba de una elección por usos y costumbres.

Pues resulta que el proceso lo ganó David Martínez, quien pasó por encima de la senadora y su pupilo, con todo y su dizque dream team.

Nos enteramos que el ahora presidente de comunidad electo con perfil de izquierda buscó a Santiago Sesín y Manuel Cambrón ante la intromisión de Lorena y les pidió su respaldo, en respuesta el diputado local operó con su Red Joven y la corriente Nueva Izquierda no dudó en darle su apoyo.

Quedó claro, una vez más, que la soberbia de los lorenistas es un mal consejero, en el pecado llevan la penitencia; en cambio el bloque de Sesín y Cambrón comprobaron que unidos podrán mantener la dirigencia estatal y a raya a los tránsfugas del PRI que encabeza la triada de Lorena-Cánovas-Murga.

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