Invisibles
26 de septiembre - 2016

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Por Ranulfo Rojas Bretón

Hace tiempo me llamó la atención un artículo del National Geoghafic sobre la India y el tema de “los Intocables”, casta que dedicada a curtir pieles, a limpiar drenajes, a manipular cadáveres los mantiene en un puesto inferior y no pueden ascender a una situación mejor de vida.

Lo que se vive en la india está lejos de verse en México pero lo que vive gente que por diversas circunstancias tiene necesidad de vivir “en la calle” o han sido arrojadas socialmente al abandono no está lejos de vivir la experiencia de “los intocables”. Todos hemos sido testigos de gente que se dedican a mendigar, que pide alimento para sobrevivir. Ciertamente hay quienes viven de ser mendigos y según testimonios de varias personas, tiene más de lo necesario para vivir pero aun así, siguen mendigando como forma de vida, casi como trabajo. Hay mendigos que efectivamente necesitan de la caridad de todos para subsistir, pero por debajo de ellos se encuentra gente que materialmente vive arrumbada en las calles. Se la pasan todo el día tirados en las banquetas, todos sucios y malolientes, muestran signos de violencia y maltrato, están ahí envueltos en sus propias heces y lamentablemente a pesar del mal olor que despiden son simplemente ignorados por todos. Se convierten en gente visiblemente invisible.

¿Qué circunstancias obligan a vivir situaciones como éstas? Casi a nadie le importa. Lo cierto es que su presencia se convierte en un grito desesperado que casi nadie escucha. Gente de buena voluntad que se arriesga a acercarse y darles algo de comer pero la mayoría de nosotros simplemente los hace invisibles, los vemos pero no queremos verlos. Se convierten en parte del paisaje de la ciudad y está ahí sin que ninguna autoridad tome conciencia de esta cruda realidad.

El célebre pasaje de la Biblia que nos presenta a un rico y un mendigo llamado Lázaro dice: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas”. El rico conocía a Lázaro y lo demuestra el hecho de que en la otra vida lo ve y lo reconoce. Realmente la gente que tiene necesidad está ahí en nuestra puerta, los conocemos pero de pronto son invisibles a nuestros ojos. De tal manera que aun pudiendo ayudarles en sus necesidades simplemente no hacemos nada por ellos.

Y Lázaro es la muestra de la necesidad imperante que tampoco se reduce al alimento. Hoy la gente necesita alimento, vestido, salud, pero también necesita atención, tiempo, escucha, enseñanza, consejo. La necesidad de la gente es hoy diversa y necesita ser atendida. Esta llamada no es sólo para los sociológicamente ricos porque entonces nadie se sentiría obligado ayudar ya que nadie se sentiría lo suficientemente rico. Es una llamada para todos porque todos tenemos bienes diversos, la vida es un bien, la salud es un bien, el tiempo es un bien, los conocimientos son bienes y todo lo material también es un bien, así que nadie es tan pobre que no pueda compartir algo, ni tampoco nadie es tan rico que no pueda recibir algo. Junto a nosotros hay pobres Lázaros con necesidades que esperan que podamos apoyar con algo. La Madre Teresa de Calcuta, hoy santa, comenzó su misión en los suburbios de la India contando historias, enseñándoles a los niños a leer, a escribir, a bañarse. No les daba comida porque no tenía, pero lo único que tenía, tiempo y sus conocimientos eso se los daba. También ayudaba a la gente a que tuvieran un lugar digno para morir. No tenía conocimientos de enfermería pero ahí estaba acompañando a la gente a morir. En realidad, ver la necesidad del otro y hacer algo por él es la tarea de todo aquel que no se olvida de los más necesitados, de quien no ha generado capacidad de hacer invisibles a quienes pasan necesidad.