A 77 años del PAN
19 de septiembre - 2016

Quien sí, quien no y quien nunca

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Por Adriana Dávila Fernández

Senadora de la República

Amables lectores:

A partir de este día retomo mi columna de opinión, agradezco a los directivos de este importante medio de comunicación la oportunidad y el espacio que me facilitan para mantener una comunicación abierta con las y los ciudadanos; todos los lunes escribiré en este espacio temas de interés público, por su tiempo y atención. Gracias.

Hace cuatro años fui electa Senadora de la República por primera minoría, pertenezco a la Cámara Alta y al llegar ahí las 128 Senadoras y Senadores que la integramos tenemos el mismo valor que quienes llegaron a través de una fórmula que obtuvo más votos, me enfrenté al escrutinio ciudadano y derivado de las reglas establecidas en nuestro sistema político, hoy ocupo un escaño en tan importante institución.

Desde hace 24 años pertenezco y he trabajado para el Partido Acción Nacional, nunca he formado parte de otro instituto político, pero tengo profundo respeto por compañeras y compañeros de otros partidos de quienes reconozco su trabajo, entrega, dedicación y compromiso al defender con respeto y firmeza sus posiciones partidistas.

Durante este tiempo he trabajado en la administración pública federal, fui candidata a diputada local y dos veces candidata a la gubernatura; en resumen, he recorrido mi querido estado en diversas ocasiones: tres veces como candidata y muchas más acompañando a amigos y compañeros de partido que al igual que yo, han defendido en la calle los colores de Acción Nacional, muchos de ellos con una gran dignidad y muchos otros que sólo han usado a la institución para ocupar un cargo y posteriormente sin recato o decencia la han abandonado; personajes que no tienen identidad y suponen que el valor de haber obtenido una posición sólo se debe a “su inteligencia, capacidad y trabajo electoral”, hay quienes incluso piensan que el partido les debe más y que no han obtenido lo que merecen, que no necesitan ayuda de nadie y que han llegado solos.

En esta última campaña, escuché de todo por parte de los ciudadanos; palabras de aliento, de ánimo, también reclamos a la clase política de la que soy parte, todos los servidores públicos somos parte de ella, aunque algunos lo nieguen y otro más renieguen de las instituciones políticas que los han llevado a donde están.

De mis propios compañeras y compañeros de partido que, dicho sea de paso, han obtenido todo del PAN, también escuche una serie de argumentos que en su mayoría no comparto, hay quien, con “lagrimas en los ojos”, se quejaba de todo lo que había trabajado por el PAN y de que no había recibido nada de la institución, cerraba afirmando que “ya no trabajaría de gratis”, no obstante haber sido titular de una de las delegaciones más importantes y haber ocupado cargos partidistas y de representación popular, así como de representación proporcional a través de lo que llaman “negociaciones justas”.

De muchas y muchos otros la historia es muy similar, han externado públicamente sus opiniones y muchas veces ofensas, ya sea a través de redes sociales o por mensajes en chats grupales, en reuniones de café, conversaciones que finalmente se conocen por lo pequeño que es Tlaxcala. Presumen militancia, hablan de valores, de dignidad, de principios del PAN, pero en la realidad trabajan para otros partidos en los procesos electorales (aunque su finalidad es trabajar para ellos mismos). En muchos casos es entendible, algunos llegaron al PAN hasta que fue gobierno federal en el 2000 y muchos se sumaron cuando repetimos gobierno en el 2006; por cierto a la mayoría se les olvidó que venían del PRI y que pertenecen al mismo grupo político más allá de los colores. He escuchado un sinfín de veces eso de “ahora votamos por el candidato no por el partido”, quizás por eso he reafirmado siempre mi rechazo a las famosas alianzas partidistas, porque han generado el detrimento de las instituciones; las personas se van y dejan el descredito de su actuar a quienes les dieron cobijo.

En la mayoría de los casos, cuando algunos personajes han sido candidatos por el PAN, se evidencian por parte de los adversarios políticos una serie de adjetivos sobre su actuar público; los acusan de corruptos, les hacen campañas muy bien dirigidas en redes, usan toda la guerra sucia posible para desacreditarlos, pero ¡oh sorpresa! cuando deciden participar para otros partidos políticos todos los defectos se esfuman, nadie los toca, reconocen sus “grandes habilidades” y los reciben con bombo y platillo. Basta recordar a aquellos que cuando estuvieron en el PAN fueron sumamente beneficiados con cargos importantes en la administración pública y finalmente deciden renunciar al partido por no haber obtenido alguna candidatura y tres años después, lo único que tienen es “chamba” porque su valor sólo se mide en el dinero. No han obtenido candidaturas en otros partidos, ni las obtendrán, sus propias acciones han hecho que nadie confíe en ellos y que como reza el dicho: “quienes muerden la mano que les da de comer, terminan lamiendo las botas de quien los patea”.

Sin duda, en mis 24 años como panista he cometido muchos errores y me hago responsable de ellos, durante los últimos seis hay quienes me han dado por “muerta” luego de las derrotas que he sufrido -no sólo las propias sino las que he compartido con amigas y amigos que por distintos motivos tampoco han alcanzado sus objetivos-. He entendido y tengo claro, que los logros jamás son personales, trabajar en equipo es la única fórmula para triunfar y los triunfos no sólo se miden electoralmente.

En campaña y después de ella, mis adversarios dicen muchas cosas sobre mi, la mayoría poco agradables, ofensivas y calumniosas; un adjetivo negativo que me han atribuido y en el cual aplica perfectamente el dicho de “crea fama y échate a dormir”, es el de que “Adriana se pelea con todos”, sólo que muchos de ellos han olvidado un pequeño detalle: La mayor parte de mis disputas se han dado por defender los triunfos electorales del PAN en los tribunales, por defender las candidaturas “pluris” de quienes en la calle han buscado candidaturas de mayoría, o cargos al interior del partido y han dado la cara por nuestro instituto político, por pelear y defender al PAN de quienes han dicho que no éramos nada antes del 2004, como si los 77 años de vida de Acción Nacional no fueran suficientes y nuestra doctrina y principios tampoco tuvieran valor.

Dicen que es mejor arrepentirse de lo que hiciste que de lo que dejaste de hacer. Hoy ante los resultados electorales el 5 de Junio, hay quienes también me culpan de derrotas ajenas además de la propia, “debimos ir en alianza” repiten una y otra vez, aunque ellos mismos “algunos panistas” abiertamente se hayan pronunciado por otro partido con o sin alianza. Más allá de lo que digan, lo cierto es que su único argumento era ganarle al PRI, nunca hablaron de un mejor gobierno; era la revancha de familias, todas ellas con origen priísta. Ganara quien ganara de los que ahora están en disputa, era exactamente lo mismo, fueron formados con las mismas mañas, usaron las mismas trampas, fue un choque de cañería que termino salpicando a todo Tlaxcala.

En estos meses posteriores a la elección, guarde silencio ante los ataques, y si alguien se atrevía a defenderme, era literalmente juzgado, ofendido, criticado y lastimado por quienes sienten son los únicos que tienen derecho de hablar. Hoy con toda la fuerza que me da saber que pertenezco al partido que quiero, que me ha dado todo y ante la celebración de sus 77 años de vida, puedo con toda libertad expresar mi opinión, gustará o no a algunos, pero mi derecho de decir lo que pienso nadie puede coartarlo.

Jamás, digan lo que me digan, me juzguen por lo que me juzguen, volveré a guardar silencio, porque si algo aprendí de las personas que me ayudaron en mi formación ya sea trabajando con ellos o con su ejemplo, es que el silencio es el mayor cómplice de las injusticias y que si no soy capaz de defender lo que creo como lo he hecho durante mi participación política, no seré capaz de defender a quienes como yo también pasan situaciones difíciles pero no tienen voz.

La campaña de 2016, ha sido la más sucia que me ha tocado vivir y también la que más lastimó a mi familia, especialmente a mi hija y a mis sobrinas por todas las calumnias que se difundieron intencionalmente para evitar mi triunfo. Pero luego de esta efervescencia política, los ciudadanos de Tlaxcala conocerán mi versión de lo que pasó, detalle por detalle. Porque estoy de regreso y gracias a todos los golpes que recibí durante este tiempo (y previo a conseguir la candidatura) hoy estoy más fuerte que nunca, la fortaleza no se mide por los triunfos electorales sino por nuestra capacidad de recuperarnos.

Gracias al PAN por todo lo que me ha dado, por todo lo que me ha permitido vivir, por todo lo que significa para mi vida profesional y por permitirme conocer a las mejores personas que han luchado por México pero también porque todas las adversidades vividas me han permito saber quien si, quién no y quien nunca.