Corrección fraterna
22 de agosto - 2016

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Pbro. Ranulfo Rojas Bretón

En varios textos bíblicos se habla continuamente de la corrección y es que todos sabemos que para seguir avanzando en cualquier cosa que nos propongamos será necesario corregir el camino. Recuerdo que hace años preguntaba a un amigo arquitecto Gilberto Zepeda, muy reconocido, la razón de que en Europa se construyeran altísimas catedrales góticas y que en esos mismos tiempos en América se construyeran imponentes catedrales de cuerpos anchos y de baja altura y me contestó: “Es simple, se trata del binomio error – acierto; ellos comenzaron a construir tal y como sabían pero, varias construcciones se les cayeron por lo sísmico de los lugares y entonces comenzaron a probar otros tipos de construcción”. Ese comentario lo tomé como gran enseñanza, en el camino de la vida es necesario aprender de los errores y corregir los caminos.

Lamentablemente eso de aprender de los errores o de corregir caminos requiere de un gran espíritu, espíritu de sencillez para saber reconocer que hay mejores cosas o simplemente que uno se ha equivocado. Constantemente nos gana la soberbia y queremos que las cosas sean tal y como uno las piensa, y lo peor es que queremos que los demás crean en lo que creemos o que acepten lo que nosotros decimos y es pues ese un gran error.

¿Por qué a pesar de que las cosas no me salen, o no dan los resultados que yo quiero o espero, sigo actuando igual? En los entrenadores hay una expresión muy radical que dice: “se mueren con la suya”. Me parece que somos muy poco afectos a escuchar; estamos en una cultura del “monólogo” y cada uno hablamos de “lo nuestro” y a veces ni siquiera nos damos cuenta de que el otro no nos escucha y tanto él como yo lo único que hacemos es hablar y hablar sin preocuparnos de que nos escuchen y menos aún de preocuparnos de lo que el otro dice. Es notorio en una reunión de amigos o amigas en que todo mundo habla y no se tiene cuidado de saber si efectivamente el “otro” me está escuchando o si tomo conciencia de lo que el “otro” está diciendo.

Si nuestra cultura no es de escucha, mucho menos podremos dar el paso a la aceptación de la corrección y por ende, tampoco podremos corregir basados en los consejos de los demás. Sumémosle a esto, el hecho de nuestra “intolerancia”. No nos gusta que nos critiquen, que nos hagan observaciones, nuestra soberbia es alta que difícilmente permitimos que la otra persona, sea quien sea, nos diga que estamos equivocados. Todos nos sentimos sabedores de la verdad, todos creemos que lo sabemos todo y que lo que hacemos lo hacemos muy bien y por consecuencia no aceptamos la corrección de otro que además curiosamente a nuestro parecer, “no sabe hacer sus cosas”.

Así que hablar hoy de corrección como la aceptación de una crítica razonable de otra persona se convierte en una tarea nada fácil y sin embargo necesaria. No hay posibilidades de avance si no hay humildad para aceptar las correcciones de los demás, sean quienes sean, porque no necesariamente debe ser alguien considerado superior a mí el que me puede hacer una buena corrección, puede ser uno considerado igual y más aún, alguien a quien considero socialmente inferior a mi quien me puede hacer una buena y sana corrección.

La gente de éxito nos enseña que ha avanzado mucho gracias a la corrección de caminos que permanentemente realiza. Siempre hay que estar en actitud de cambio o de corrección. Quien cree que en todo está bien, que no necesita del consejo de otro está equivocado, y su avance será limitado o nulo, porque gracias a la corrección de actitudes, de procedimientos, de aceptar el binomio error – acierto es como se puede avanzar en todos los ámbitos de la vida.