A la Verónica: ¿Hasta cuándo empresarios?
1 de mayo - 2016

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Por Gerardo Orta Aguilar

Hace unos días circularon en redes sociales un par de imágenes en las que el torero a caballo Pablo Hermoso de Mendoza, se encuentra lidiando a un auténtico y reducido marrajo.

Evidentemente, la imagen no causó las más mínima polémica entre los asistentes al festejo, ni mucho menos entre un amplio sector de los espectadores que encuentran en Hermoso de Mendoza a un torerazo.

Nadie niega que Pablo Hermoso es el máximo exponente del rejoneo en el toreo del siglo XXI, sin embargo, ese papel de figura ya se le ha caído en los últimos años, sobre todo en nuestro país.

Si bien se ha mantenido entre el gusto del público taurino mundial, el rejoneador ya cayó en los excesos en contra de un público mexicano que no hace valer sus derechos como aficionado, ni como comprador de un boleto nada barato.

Debido a las trampas en las que incurre el español, ya se convirtió en costumbre que time al público mexicano que ya no puede acudir a las plazas con la garantía de ver un espectáculo íntegro.

Claro, qué podemos esperar como aficionados si los “taurinos” de escritorio únicamente ven en Pablo Hermoso un negocio redondo, que les llena las plazas y que a la postre, genera jugosas ganancias.

Ya lo vemos en cada tarde que torea a caballo el ibérico, toros sin presencia, novillos engordados, y lo que es peor, reses sin más protección que la de un par de cuernos de panadería, nomás porque a la máxima figura del rejoneo se le antojó rebajar las defensas del toro a la mitad.

Es sabido que por reglamento y para proteger al caballo e incluso al rejoneador de un percance con el toro, los pitones de modifican, pero no es para tanto.

En fin, mientras los empresarios sigan viendo únicamente por sus intereses, y pasándose por el arco isquiático a la afición, la fiesta mexicana seguirá devaluándose cada vez más.

pablo

Lo mismo vimos en Aguascalientes la semana pasada, cuando el también español Morante de la Puebla, mató una corrida chica, muy distinta a los auténticos toros mexicanos, ciertamente diferentes a las moles españolas, pero efectivamente, un descaro total.

Y no es la primera vez que ocurre esto con los toreros mencionados, a la lista podemos sumar a más de un español que llega a México, literal, a pasar unas vacaciones en invierno, pues lo que matan en varias plazas mexicanas, es ínfimamente inferior a lo que matan, por ejemplo, en España o Francia.

¿Hasta cuándo seguirá el fraude a la afición taurina mexicana; por qué los empresarios insisten en patear a la fiesta, en humillarla, en rebajarla; hasta cuándo la afición mexicana podrá presumir que, realmente, somos uno de los países más taurinos del orbe?

Al parecer, la intención es aniquilar la fiesta a como dé lugar, pues aquellos aficionados enterados del mundillo taurino, han dejado de ir a las plazas, ya que cada tarde de toros, representa una decepción respecto al verdadero espectáculo de lidiar y matar reses bravas.