El reinado del amor
23 de noviembre - 2015

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Pbro. Ranulfo Rojas Bretón

El año de la liturgia de la Iglesia termina con una celebración muy especial, la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo y todo el esquema celebrativo, oraciones, lecturas y demás elementos litúrgicos, hacen referencia al señorío de Jesús sobre todo el universo, incluido el señorío sobre las personas. Se escuchan afirmaciones como Jesús es nuestro rey, o el canto Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera.

Todas estas referencias, sin embargo, parecen chocar con otro tipo de reinado en el mundo, parece que mientras en la religión católica se habla del Reino de Jesucristo, que como características tiene el de ser un reinado de la verdad y de la vida, de la santidad y de la gracia, de la justicia, del amor y de la paz, en el mundo lo que menos reina es la justicia, el amor y la paz. Lo contrario a todo esto parece ser lo que en verdad reina, pues constatamos un reino de la violencia, de la injusticia, de la intolerancia, del miedo, de la corrupción, etc.

En el mundo se ha enseñoreado actitudes de individualismo y egoísmo que nos han llevado a la indiferencia del uno por el otro, donde el “ámense los unos a los otros” parece estar olvidado y reina el agrédanse los unos a los otros.

Todo esto me ha hecho pensar ¿si no estamos anunciando ideales, ficciones, fantasías? ¿Si nuestra liturgia anda en otro canal diverso de los canales del mundo?

Platicaba el domingo con unas niñitas, una que pronto terminará la primaria y que sufre la separación de sus padres. El padre esa noche le hablaba por teléfono, totalmente borracho y agresivo, haciendo que la niña se sintiera mal y se avergozara de su progenitor al grado de decirle que hubiese preferido que él nunca fuese su padre. Mi mente se quedó en la reflexión de cómo animar a esta pequeña que comienza a enfrentar un mundo tan difícil, a que no albergara en su corazón sentimientos malos, ni resentimientos o rencores que le dañaran la infancia que de por sí para ella ya es difícil. Otra pequeña, ella de cerca de cinco años, me platicaba con cierta indiferencia de su situación familiar, también sus padres separados, sus hermanos separados y tal vez aun su tierna edad no le hace crisis la problemática de esa ruptura que ya vive su familia y que a sus hermanos más grandes si ya les es problema.

Ante situaciones como éstas y las realidades que como sociedad adulta enfrentamos, me queda muy claro que el reinado del amor y de la paz que se anuncia en la Iglesia no es una utopía o una fantasía, se trata de una tarea, un compromiso y una responsabilidad de cada uno de los que aceptamos una fe. Ni el amor, ni la paz se nos regala, los tenemos que alcanzar y eso solo se logra con el esfuerzo, la dedicación y la conversión de cada uno de los creyentes. Dios nos ha dado la capacidad para trabajar y optar, para decidir y para dirigir nuestras vidas. Por tanto, de nosotros depende si el reino del amor y de la paz se convierte en realidad, si trabajamos para que el mundo que les dejemos a los niños que día a día vemos crecer sea mejor que el nuestro. No podemos ni debemos desentendernos, mucho menos, debemos bajar los brazos y dejar que todo este famoso tejido social roto siga deshilachándose. No podemos ver con indiferencia como el mundo se fractura y se cae a pedazos sin que nosotros movamos un solo dedo para detener esta descomposición. Hay responsabilidades y cada uno la tenemos en la medida en que seamos gente con conciencia de nuestra tarea en este mundo. Porque si estamos aquí es para hacer algo y ese algo debe ser algo de bien, que pasemos por este mundo haciendo el bien a los demás, especialmente en favor de los niños que son los que más están sufriendo nuestros desaciertos.