Transformarse desde dentro
1 de septiembre - 2014

ranulforojascolumna23

Pbro. Ranulfo Rojas Bretón

Leí con interés la recomendación que San Pablo hace a los romanos diciéndoles que “no se dejen transformar por los criterios de este mundo” y que más bien “se dejen transformar por una nueva manera de pensar”. La transformación del hombre por los criterios del mundo es algo que parece muy lógico pues estando en el mundo, difícilmente alguien puede aislarse del ambiente en que vive y termina tanto dejándose moldear por el entorno con la gran posibilidad de poder influir en el mismo, pues el hombre tiene la capacidad de asimilar lo que vive pero también de transformar su historia. No es un ser ni predestinado, ni tampoco vive una vida en la que simplemente sea una marioneta del “sin sentido”.

El hombre ha creado formas sociales, ha generado modos de conducta en cada tiempo y en cada lugar y si bien es hijo de su cultura, él mismo es creador de cultura. Todas las culturas tienen como origen al hombre.

Nuestra cultura es una cultura que sufre una grave crisis ética más que económica pues si bien es cierto que hay necesidades básicas como el hambre, no por nada el gobierno de México ha reconocido que existe hambre y ha impulsado una “cruzada contra el hambre” y aunque anuncia que hay tres millones que reciben ayuda -suponiendo la realidad de las cifras- no debemos olvidar que también los números indican que más de la mitad del país vive en la pobreza –y el pobre padece hambre- y un gran porcentaje vive en la miseria, entonces más de 55 millones de mexicanos son demasiados contra los tres millones anunciados. Además junto con la pobreza vienen los males anejos: salud, educación, desempleo,  etc. Sin embargo, la gran preocupación es el deterioro de los valores, la llamada fragmentación del “tejido social”. Ese tejido social que se refiere al núcleo de la sociedad que es la familia y que sufre cada vez más por divorcios, separaciones, madres solteras, padre solteros, uniones de hecho sin vínculos legales ni religiosos, familias en situación de migración, divorciados vueltos a unir, y las relaciones que de ellas surgen con todos sus efectos. Además los modos de relación entre vecinos, compañeros de trabajo, o simplemente gente de la sociedad. Vínculos muy frágiles marcados por el individualismo y el egoísmo en los que lo único que importa es el “yo” y el “otro” pasa a segundo término, así se trate de alguien cercano, lo importante es que “yo esté bien” y ayude lo menos que pueda y me comprometa en lo menos posible, pues el otro debe luchar por sí mismo.

Los valores que anuncia nuestra cultura están muy definidos: el poder, el tener, el placer  y el consumo. Todos luchando para tener los medios necesario para alcanzar poder político y ya lo veremos en las ya cercanas elecciones del 2015. Haciendo lo posible para tener dinero, sea por medios lícitos y si se puede por medios ilícitos, no importa, porque según el mundo la ética no tiene nada que ver cuando se trata de dinero; de ahí que hoy muchos prefieran dedicarse a negocios fuera de la ley, vendiendo piratería, o a poner negocios de dinero rápido vendiendo alcohol, cerveza, incluso dedicados al narcomenudeo, a la prostitución o trata de personas. Buscando satisfacer los apetitos y tendencias eróticas, de ahí la proliferación de pornografía, de tiendas de sex shop, table dance, antros, lugares de prostitución, películas XXX, toda una producción ligada al deseo carnal. Obsesionados por el consumo, por adquirir la ropa de moda, los zapatos de moda, los aparatos de moda, la televisión de moda; las plazas comerciales se llenan cada fin de semana de gente que va a la caza de ofertas del mes, de la ocasión, con el espejismo de meses sin intereses con tarjetas de crédito y gente que gasta como si las tarjetas fueran dinero, endrogándose por encima de sus posibilidades de pago; y esto no es privativo de las clases que disponen de tarjetas, pues en las tiendas de pagos chiquitos o de abonos de esos tamaños se puede ver una lista grandísima de gente que alucinada con la posibilidad de consumir y tener aparatos, ropa, -por cierto que a crédito de ese tipo terminan pagando a veces el doble de su valor- entran a formar parte de la lista de deudores y luego las caravanas de cobradores que casa a casa buscan cobrar lo que las familias están ya disfrutando o ya hasta se lo acabaron. Como uno de los efectos de estos fenómenos está la proliferación de casas de empeño que ofrecen dinero con intereses altísimos y que reciben muchos bienes, la mayoría de los cuales no son recuperados.

Ante estos criterios del mundo resuena el mensaje de: “no se dejen transformar por los criterios de este mundo, sino, dejen que una nueva manera de pensar los transforme internamente”. Esa nueva manera de pensar es la de la libertad de los criterios del mundo, la que enseña que los bienes del mundo, son solo medios y no fines, que el dinero es importante pero cuando sirve al desarrollo integral del ser humano, no cuando aumenta los dígitos en las cuentas de los poderosos sino cuando sirven de manera eficaz a combatir el hambre y la pobreza, cuando combaten las enfermedades y favorecen la creación de empleos estables y con salarios justos. El dinero y la acción de los gobiernos es importantísima cuando se aplica a un desarrollo de la sociedad y del cuidado del medio ambiente, sin corruptelas de ninguna índole y sin impunidad.

La transformación de una sociedad comienza cuando hay un respeto a la persona humana en su esencia y en sus derechos, cuando se protege a la familia como célula de la sociedad. No se puede restablecer el “tejido social” con decretos y leyes que no tocan a la persona, los cambios sociales y las famosas reformas hoy tan difundidas y alabadas mediáticamente, servirán de poco sino se trabaja en la conciencia de la persona, en restaurar los valores tan dañados como la persona humana, la familia, los derechos de la mujer, el respeto a los pueblos indígenas y su cultura, el cuidado, respeto y aprovechamiento razonable del medio ambiente y obviamente la difusión para el aprendizaje, cultivo y práctica de las virtudes humanas y sociales como la justicia, el respeto, la solidaridad y la subsidiaridad, entre otros. La transformación  desde adentro es una condición para que se haga la diferencia. Se necesitan políticos que olviden la demagogia y cultiven la ética, que sean responsables con su sociedad para que al ejercitar su “servicio público” dejen de pensar “en sí mismos” y piensen en la patria. De nada servirán las reformas si al final solo les sirve a unos muy pocos -que lamentablemente serían los de siempre- y se olvidan de una multitud que se quedará esperando que algún día “le haga justicia la revolución”.